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En los primeros años de la década pasada, Chile tuvo que modificar bruscamente su matriz energética tras conocerse que los suministros de gas de la vecina Argentina -que iban a cubrir una gran parte de su demanda, a bajo precio- no llegarían en modo alguno a la cantidad prevista. El país optó por el carbón, construyó centrales de producción eléctrica a partir de este combustible, y empezó a utilizar fuel en centrales concebidas para quemar gas.
En los primeros años de la década pasada, Chile tuvo que modificar bruscamente su matriz energética tras conocerse que los suministros de gas de la vecina Argentina -que iban a cubrir una gran parte de su demanda, a bajo precio- no llegarían en modo alguno a la cantidad prevista. El país optó por el carbón, construyó centrales de producción eléctrica a partir de este combustible, y empezó a utilizar fuel en centrales concebidas para quemar gas.
En 2010, la generación por carbón en los principales sistemas energéticos del país -el Sistema Interconectado del Norte Grande (SING) y el Sistema Interconectado Central (SIC)- supuso un 30% de la demanda; el gas, un 20%, y el petróleo, un 12%. Por su parte, la producción hidroeléctrica alcanzó un 35%, y otras renovables, un 3%. En total, un 62% de la demanda cubierta por combustibles fósiles, porcentaje que en el caso de las regiones abastecidas por el SING -al norte de Chile, donde se concentra gran parte de la minería del cobre- alcanza el 97%, por la casi inexistente producción hidroeléctrica.
A consecuencia de ello, se ha encarecido el precio de la energía y se han incrementado las emisiones. Una situación que aconseja la adopción de medidas con visión a medio y largo plazo.
Las empresas mineras están construyendo nuevas centrales de producción eléctrica a partir del carbón: suponen un 62% de la potencia solicitada para nuevas instalaciones en los próximos años. La esperanza, desde una perspectiva medioambiental, reside en que el 38% restante corresponde a proyectos renovables. Una parte de esas iniciativas se llevan a cabo por algunas empresas mineras que han puesto en marcha parques eólicos para reducir sus emisiones, y que han iniciado una política de mejora en la eficiencia energética de sus procesos. Pero las inmensas posibilidades del país en el aprovechamiento del recurso solar -los índices de radiación en el norte de Chile, donde se concentra buena parte de la minería del cobre, son de los más elevados del planeta- abre nuevas alternativas para garantizar el suministro energético al sector minero.
La tecnología termosolar con almacenamiento se encuentra entre las opciones renovables con mayor potencial de desarrollo en Chile y en otros países. En este tipo de instalaciones, un fluido -habitualmente, sales de nitrato con gran capacidad de absorción calorífica- se calienta a muy alta temperatura por efecto de la radiación solar y se acumula en un tanque de almacenamiento. Desde ahí, el fluido se lleva a un intercambiador en el que el agua se convierte en vapor y se transporta hasta una turbina conectada a un generador que producirá electricidad.
Este almacenamiento térmico permite la producción de electricidad en ausencia de radiación solar durante buen número de horas, elemento indispensable para garantizar el suministro eléctrico. Además, el precio estimado no está muy alejado del que actualmente pagan las empresas mineras de Chile por el kWh producido en centrales de carbón o gas que utilizan fuel como combustible.
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